El sol ya ha hecho acto de presencia entre nosotros con fuerza. Es mayo, y probablemente no hayas podido ir a la playa aún, y si has ido, el color que cogiste ha desaparecido en nada como de costumbre. Llega el drama porque tus piernas se han asomado y han dicho que quieren tomar el aire, y tu cabeza se debate entre la comodidad y el deseo que supone hacerlo y la vergüenza por lo blancas que están. Si vas a optar por utilizar autobronceador acuérdate de las míticas historias de catástrofes que has leído y te han contado acerca de su uso. La mayoría seguro están dentro de estas cinco:
Ponerse autobronceador sin probarlo antes es el paso previo a un tsunami de consecuencias catastróficas, sobre todo cuando lo aplicas en un día importante sin vuelta atrás, como por ejemplo una boda o una comunión. Ese vestido que se mancha sin remedio a causa del cosmético y tu cara pasa automáticamente a estar tan blanca como tus piernas.
Es importante dedicarle tiempo y paciencia a aplicarlo porque de lo contrario aparecerán los ronchones, otro de los dramas del mal uso de los autobronceadores. No corras o te arrepentirás de ello salvo que quieras parecerte a una cebra. Aplícalo con atención de no dejarte un espacio libre ni te quede más producto en unas partes que en otras.
El no probarlo antes en una zona pequeña que no se vea, ni leer bien la etiqueta e informarse correctamente de lo que lleva, puede suponer una catástrofe de salud. Las otras serán estéticas pero ésta puede suponer un grave problema. Así que no hay bromas. Tu piel puede sufrir consecuencias muy negativas.
No solo podemos despistarnos con las prisas al aplicarlo de manera desigual, es que no serías la primera que se olvida de darse el producto en una extremidad. Puede ser divertido verte con dos brazos morenos y una pierna blanca, pero salvo que seas capaz de convencer al mundo de que eres una innovadora, no creo que te haga mucha gracia mirarte al espejo de esa guisa. También procura darlo en la totalidad de la extremidad, no solo hasta la rodilla en el caso de las piernas.
El exceso de autobronceador es una de las cosas más antinaturales jamás vistas. Tenemos un radar para detectarlo. Es ver a una persona con moreno artificial y nuestras miradas no pueden remediarlo por mucho que sepamos que no está bien. Se van directas a esa piel teñida y automáticamente tu cabeza piensa en cómo se le ha ido la mano a esa pobre persona con el autobronceador. ¡No seas tú esta vez la protagonista!
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