¿Quién no ha vivido alguna ruptura sentimental? Probablemente la mayoría de los que nos leéis conocéis ese sentimiento de tristeza y desilusión que suele acompañar a los fracasos amorosos… Yo he de confesar que he pasado yo por alguna que otra y con el tiempo me he ido dando cuenta del que probablemente sea el motivo más frecuente por el que ni fuimos felices ni comimos perdices: entender que el amor se transforma y que las parejas pasan por diferentes fases que hay que saber identificar y superarlas.
Antes de continuar leyendo, nos gustaría comentaros que obviamente cada relación es un mundo y que no suele haber una causa única. Cuando se decide poner el punto y final suele haber detrás una serie de factores que se han ido sumando, retroalimentando unos a otros, y que han desembocado en todo esto.
Sea como fuere, la clave suele estar en dormirse en los laureles, dejar que la monotonía sea la tercera en discordia y que no alimentemos ese amor para que siga teniendo buena salud y crezca. Normalmente caemos en el error de pensar que ese nerviosismo de las primeras veces y las mariposas en el estómago que se sienten cuando está empezando algo va a mantenerse a la larga. ¡Error! ¡Qué ilus@s podemos llegar a ser! Esa primera etapa, según los expertos, suele durar en torno a tres años. Después llega lo que se ha dado en bautizar como ‘amor maduro’: cuando ya nos conocemos mucho mejor, sabemos los fallos y defectos del otro o la otra y no todo es de color de rosa. Ya no idealizamos a la persona amada y vemos la realidad tal cual es… o puede hasta que la pintemos más cruda incluso.
Es importante entender que una pareja es como un ente vivo: nace y crece, va evolucionando y transformándose. Pese a que en apariencia seamos los mismos realmente vamos cambiando tanto a nivel individual como en relación a nuestr@ compañer@ de vida y en ser conscientes de ello y saber adaptarnos a las circunstancias está buena parte del éxito de noviazgos y matrimonios.
Existen otros factores que juegan fuerte en esta partida, la verdad, aunque al final todo suele desembocar en lo mismo y si citara un segundo punto fundamental me decantaría por la falta de comunicación. Es importantísimo esforzarse por decirle a él o a ella cómo nos sentimos, qué nos ha parecido mal y qué nos ha gustado especialmente, todo cuenta. No se trata solo de transmitir lo negativo –siempre de manera constructiva, obvio–, sino también de reconocerles lo positivo. Cuando empezamos a sentir que ya no hay mariposas, que han salido volando lejos, muy lejos de nosotros, deberíamos comentarlo con nuestr@ chic@. Igual se encuentra en el mismo momento y entre los dos podéis solucionarlo sin llegar a la tragedia total.
El secreto de seguis soplando velitas juntos no tiene secretos, de verdad. No quiero decir que sea sencillo, claro que no, pero es tan básico como: quererse y respetarse y luchar –siempre que te merezca la pena y haya amor verdadero– por dar respuesta a los problemas y obstáculos que nos encontremos en la vida. De verdad, querer normalmente es poder, así que… ¡A amarse mucho!
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